Señor: primero que nada mil gracias por concederme el privilegio de
atender a seres humanos con tantas necesidades: Personas Mayores con dolor.
Mi gratitud a todos ellos, pues les debo mi aprendizaje, mi humildad, mi
deseo de brindar alivio a su dolor, la posibilidad de ejercer la compasión y el amor,
compañía a su soledad, cobijo cuando tienen frío, frío, especialmente en sus almas.


   Te pido me otorgues el conocimiento suficiente para brindarles momentos
de luz, de felicidad, de deseos de vivir, pero de vivir VIVOS y cuando su momento
final llegue, la aceptación y la paz que justamente merecen.

Hazme vehículo que les conduzca a un momento -al menos- breve, de
felicidad, risa, baile, canto, amor a la vida, a ellos mismos y a sus familias.

 

   Ayúdame a aceptar que llegará el momento de sus muertes y que si me
conceden el privilegio de acompañarlos en este momento tan importante, pueda
darle satisfacción, paz, amor, aceptación y preparación para su nueva jornada...
Dame el don de leer en sus ojos y en sus gestos, las necesidades que su
boca no expresa, pero que a gritos su cuerpo pide.


   Dame la serenidad, el aplomo, la asertividad para comunicarme con ellos y
brindarles calma, seguridad y confianza.
No permitas que los halagos que pudiera recibir alimenten un ego, el ego
que pueda yo tener, cieguen mi función, -mi verdadera función- frente a ellos y sus familias.


   Tampoco permitas que la ambición desvíe mi mirada y confunda mis metas:
servir con amor, compasión, profesionalismo y humildad, por acrecentar un talego
de monedas en mi bolsillo.
Dame la claridad de reconocer tu presencia en cada una de ellas (Personas
Mayores con necesidades) y amarte, amándolos a todas ellas, a todos ellos.


   Dame la sensibilidad de llorar cuando el dolor me agobie ante una pérdida,
ante la ausencia de su mirada y calor cuando mueran y que no me apene por ello.
Haz mía la humildad de reconocer mis errores y aprender de ellos, para
servir siempre mejor y -por favor-, que esos errores no lastimen al ser humano a
quien fervorosamente atiendo.


   Pon a mi alcance los conocimientos, experiencia, seguridad en mí,
suficiente autoestima y la capacidad para resolver todo aquello que se presente en
mi práctica diaria con Personas Mayores y sus familias.
Dame la virtud de colaborar con mis colegas, crear equipos, unir esfuerzos
y, tomados de la mano, brindemos calidad y dignidad a cada día de las Personas
Mayores a quienes atendemos hasta su momento final, pleno en dignidad y paz.


   Bríndame también la capacidad de descansar cuando el agobio me inunde,
que mi sueño me repare y mi despertar sea pleno de energía y ánimo de continuar
ejerciendo mi vocación: ¡ayudarlos!
Te pido me ayudes a reconocer que el momento de dedicar mi amor y
atenciones a mi familia y a definir que mis labores continuarán luego, mañana y
después, pero el momento en que mis seres amados me requieran, esté ahí,
completo, íntegro, capaz y totalmente amoroso.


   Repíteme una, otra y las veces necesarias, que para dar tanta riqueza a
esos seres humanos, debo empezar conmigo y a diario sentirme prioritario ante
todo, todo lo demás, todos los demás, pues así sabré guiar, servir, amar y ayudar.
Igualmente, Señor, dame la capacidad para reconocer tu presencia en cada
uno de esos seres humanos, quienes, sin mencionarlo, te saben presente e
imploran que alguien se los recuerde más a menudo.


   Fortalece mis capacidades, conocimientos y experiencia para ser preciso al
acompañarlos en el momento de su muerte, hacerles saber que no permitiré que
tengan ni dolor emocional ni físico, que no estarán solos en ningún momento, que
en el lugar adonde van después de la muerte no existe ningún tipo de
sufrimiento y que lo esperan seres amados y que le aman y, especialmente, que
su familia estará bien.


   Inflama mi vocación, mi humanismo, mi humildad, mi sentido del humor, mi
honestidad, mi compasión y mi pasión por la labor que realizo a diario.
Esto, Señor, te lo pido hoy, mañana y a diario.

Pepe Valencia